Por Emilia Santos Frias
Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía. Esta afirmación del escritor francés, Anatole France, da en la Diana, hoy que atravesamos el coronavirus, una pandemia que llegó rauda, furiosa y con intención de permanecer. Pero, eso es la vida, un inmenso camino en el que recorremos cambios, que, en ocasiones, hacen aportes y transforman vidas, incluso la nuestra.
El cambio, casi siempre aterra. Buscamos que éste ocurra, sin tomar en cuenta que: “Si quieres cambiar al mundo, debes cambiarte a ti mismo”, como visualizó Mahatma Gandhi. Hoy extrapolando este pensamiento, es posible decir que gracias al coronavirus hemos hecho introspección y por ende transformación espiritual en nuestras vidas; doblegando nuestro ego.
Si hacemos verdadera transformación espiritual, entonces, entendemos lo que es avivar nuestra conciencia, venerar más la vida, vivir en paz: en ausencia de violencia, abrazando, el bienestar colectivo, como nos sugiere Deepak Chopra, en El Libro de los Secretos.
Entendemos que es necesario continuar nuestro rumbo, con estos aprendizajes como plataforma, dejando atrás el veneno llamado miedo. Porque desciframos el significado de: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”, frase lapidaria del novelista soviético, Alexei Tolstoi.
Por eso también hoy, agradecemos al brutal coronavirus, que tantas vidas se ha llevado, y hace que cada día al salir a las calles, constituya para nosotros un nuevo reto o desafío. Sin embargo, dentro de este panorama hemos encontrado motivación, porque el cambio es parte de nuestro andar. Fomenta nuestras habilidades; nos obliga a descubrir nuevas competencias humanas, al hacernos expandir nuestra mente hacia actitud positiva, y fortalecimiento de la inteligencia emocional.
Endiosando el 2020, año que cambió nuestras vidas, y nos llevó a una nueva sociedad que poco a poco hemos hecho habitable, es necesario recordar también, fortalecer las relaciones interpersonales, siendo más flexibles, pues todos sufrimos. La situación que atraviesa el mundo amerita que pongamos más empeño en ser solidario, comunicarnos mejor, ser soportes de los demás; optimizar la red de apoyo, porque según los estudiosos de la salud humana, estamos viviendo con mucho estrés, y él, liberta hechos irremediables. Por estas razones, amigo, amiga, no sucumbas, recuerda que: “Hay algo en ti que el mundo necesita”. ¡Descubre qué es!
“Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios”. Hebreos 12:2.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora
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