Lucrecia recibió emocionada su vestido de novia esa
tarde. Lo había mandado pedir desde muy lejos y por fin lo tenía en sus manos.
Se lo probó y se contempló al espejo, iluminada por la blancura del vestido. Se
veía radiante, imaginó el día en que lo llevaría puesto ante el altar, junto a
su amor, diciendo: “Sí, acepto”. Después de permanecer extasiada por varios
minutos, mirando el hermoso vestido, se lo quitó con extremo cuidado. No quería
que sufriera una sola arruga, una sola manchita. Lo cubrió con una bolsa de
plástico y lo colgó en un clavo en la pared, ya que por el largo, no cabía en
su closet, además de esa manera podría contemplarlo todo el tiempo. En esos
momentos, entró su hermana pequeña, comiendo un mango:
-¡OH qué bonito vestido!-
exclamó acercándose a él. - ¡No te atrevas a tocarlo- Gritó Lucrecia hecha una
furia- tienes las manos embarradas con mango! - Si solo quiero verlo- respondió la niña asustada. - ¡No te acerques, me lo puedes manchar!, ¿que no ves
lo blanco que es?- La niña salió de la habitación muy triste, su hermana no
tenía por qué haberse puesto así, era una exagerada, ella solo quería ver el
vestido, era tan lindo…
-Siempre que tenemos una
prenda de vestir de color blanco, ya sea un sweater, un pantalón, un vestido,
etc., le damos un cuidado especial, no la metemos a lavar con la ropa de color,
nos esmeramos por mantenerla lo más blanca posible y cuidamos que no se nos
ensucie, porque la más leve manchita se notaría.
-El color blanco representa
pureza…¿cuidas tu pureza con tanto esmero, así como tus prendas de color
blanco? Cuando hablamos de pureza, hablamos tanto de pureza sexual, como de
pureza de pensamiento, de corazón, de vista, de oído, etc. Muchos jóvenes son
promiscuos en sus pensamientos, aunque no pongan en práctica sus fantasías,
piensan que no tiene nada de malo, pero el Señor Jesús dijo que aquel que mire
a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mateo 5:28) y
eso es lo que vale, no lo que dice el mundo.
-Conserva tu pureza,
cuidando tus ojos de ver o leer lo que no conviene. También tus oídos de
escuchar palabras o música que te contaminen. Esto hará que tus pensamientos
sean puros. Sabemos que todo lo impuro contamina. Si bebes agua contaminada te
enfermas, igualmente si ves o escuchas algo contaminante, se enferma tu alma y
se contrista tu espíritu. La pureza es una virtud muy apreciada por Dios.
1 Timoteo 5:22, dice: “No impongas con ligereza las
manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro”.
Así, con ese celo con que una novia cuida su vestido,
así debes cuidar la blancura de tu pureza. Muchos jóvenes se han permitido
manchas sobre esa blancura, tantas que lo blanco ya no existe, pero Jesús tiene
poder para volver lo negro en blanco y ¿sabes cuál es ese poder?: el poder del
perdón. Así que si tú, joven o jovencita, te has contaminado y piensas que ya
no puedes recuperar tu pureza, la sangre de Jesús te limpia de todo pecado,
contaminación o manchas en el alma. Arrepiéntete de corazón y retoma el camino
del Señor, pues si confiesas tus pecados, El es fiel y justo para perdonar tus
pecados y limpiarte de toda maldad (1 Juan 1:9).
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